El problema no es el divorcio, sino el «mal divorcio»
La familia es el núcleo afectivo y socializador por excelencia. Las familias actuales, debido a los enormes cambios en el estilo de vida y los valores, tienen diversas configuraciones, siendo todas ellas familias “de primera”.
Hay personas que prefieren evitar o retrasar el divorcio por el impacto potencial sobre los hijos. Es una decisión absolutamente respetable. No obstante, hay que tener presente que en familias donde los progenitores no se divorcian, pero existen altos niveles de conflicto, los niños/adolescentes sufren más que en familias divorciadas donde el proceso se ha llevado de forma adecuada.
El problema no es el divorcio, sino el “mal divorcio”. Los hijos pueden superar la situación si sus padres cooperan entre sí para llevarla a cabo de forma no traumática, si generan un ambiente más favorable, con la mirada puesta en el futuro, un ambiente en que cada uno asuma mejor su nueva situación.
Todos podemos hacer uso del derecho legítimo de romper nuestras relaciones de pareja, pero debemos de proteger los derechos fundamentales de nuestros hijos al hacerlo. El divorcio modifica la familia, cambia las relaciones, pero no pone fin a la misma.
La actitud que tomemos como padres/madres va a influir irremediablemente en cómo nuestros hijos afronten y superen la separación. Cuanto más conflictiva sea la relación entre los progenitores después de la separación, más alta será la ansiedad que experimenten los menores. Los niños son la parte más vulnerable de la familia y una ruptura mal orientada puede colocarles en una clara situación de riesgo, comprometiendo seriamente su estabilidad emocional y su proceso madurativo.
Una inadecuada gestión emocional del conflicto, puede generar graves consecuencias en los hijos.
Si conocemos las potenciales consecuencias, podremos enfocarnos desde una actitud más respetuosa y empática. El conocimiento es el primer paso para evitar los efectos perniciosos de la ruptura.
El divorcio es sin duda un proceso doloroso para todos, de hecho, se halla en la lista de los eventos que pueden ser más estresantes para una persona, pero también puede convertirse en algo enriquecedor.
Supone una crisis vital que proporciona a los adultos un aprendizaje y una oportunidad de crecimiento personal, así como una redefinición de su responsabilidad hacia los hijos.
Si ya de por sí, una separación es generalmente dolorosa, en las ocasiones en que se vive como algo inesperado, sin posibilidad de anticiparla, no hay opción a prepararse, por lo que la aceptación suele ser más costosa y llevar más tiempo. La capacidad de asumir la nueva situación y una gestión adecuada, permitirá recuperarnos antes y continuar con nuestra nueva realidad.
Es útil concienciarse de que todo lo que nos ocurre trae consigo aprendizajes importantes. En el momento de la ruptura puede ser difícil ver el lado positivo. Pero, se puede intentar encontrar el sentido a lo sucedido, elaborando la pérdida de una forma saludable. Asimismo, ayuda pensar que, al igual que el resto de vivencias, ésta, por muy dolorosa que esté resultando, también va a pasar. Nada es permanente.
De cualquier forma, si el proceso de duelo se vuelve insoportable, sería muy conveniente solicitar ayuda a nivel profesional para una buena elaboración de dicho proceso.
Poner excesiva confianza en que el aparato judicial va a resolver el contenido de una separación o divorcio puede ser un error. El sistema legal no resuelve la mayoría de disputas entre los padres, sino que alarga los procesos con el consecuente coste no solo económico, sino emocional y de relación.
Desde González Barrio Abogados te queremos acompañar a lo largo de todo el proceso de separación, resolviendo tus dudas, asesorándote y acompañándote en estos momentos difíciles.
Te podemos ayudar a:
– Orientarte en la toma de decisión de ruptura de la relación tanto legal como personal.
– Confeccionar el convenio regulador cuando haya hijos menores de edad.
– Promover prácticas psicoeducativas que fomenten un buen ejercicio de la coparentalidad positiva.
– Favorecer la adaptación de los hijos al divorcio parental.
– Establecer acuerdos de convivencia mientras se lleva a cabo la separación de hecho o cuando, por diferentes motivos, no se pueda cesar la convivencia.
– Gestionar dificultades del progenitor no custodio en la relación y visitas con los hijos cuando sea necesario.
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