En la labor educativa de los padres, los límites y normas son indispensables para un correcto desarrollo emocional de los niños y futuros adolescentes. Sin embargo, no se trata exclusivamente de poner normas, también es fundamental contribuir a su

tranquilidad emocional, haciéndoles saber, sin lugar a dudas, que en su camino de transición a convertirse en adultos, vamos a estar a su lado.

 

Es innegable que, cuanto mejor es el vínculo entre padres e hijos, más fácil es la aceptación de las normas por parte de estos últimos. Escucharles siempre que necesiten, haciéndolo desde una actitud de escucha y empatía auténtica y procurando evitar los juicios de valor sobre aquello que estamos oyendo, sin duda, fortalece el vínculo y la comunicación y es un buen punto de partida para conseguir tener influencia en sus comportamientos. Además,  permite establecer límites y normas consensuadas y coherentes y respetadas, lo que va a hacer que su cumplimiento sea más probable.

Los límites hacen entender que no se puede hacer lo que cada uno quiere en todo momento, hay ciertas responsabilidades que se deben cumplir. Los adolescentes tienen que entender las normas y el porqué de las mismas. Es muy conveniente permitirles que expresen su opinión sobre las mismas y dejar un margen de flexibilidad atendiendo a las razones que expresen, haciéndoles partícipes y fomentando su autonomía y responsabilidad.  Asimismo, es crucial que sepan que, tanto cumplirlas, como no hacerlo, tendrá consecuencias. Lo ideal sería que con anterioridad al in/cumplimiento, se conocieran las consecuencias y que éstas se dieran de forma consistente y sistemática, siempre que el comportamiento en cuestión tenga lugar.

A pesar de que las normas sean coherentes, consensuadas en familia, con consecuencias pactadas,… no podemos caer en la falsa ilusión de que las van a cumplir en todo momento. Las incumplirán. Y será normal. Cuando esto suceda, será una buena oportunidad para hablar sobre las razones del incumplimiento para poder entenderlo y penalizar el acto concreto y no a quién lo haya cometido.

A estas edades, es muy utilizada la técnica del contrato. En un documento, que firman todas las personas implicadas, se recogen las normas, respecto a conductas concretas. Normas que han sido dialogadas y negociadas en familia. Igualmente, quedarán recogidas de forma muy clara las consecuencias de cumplirlas y de no hacerlo. El participar en la elaboración del documento, de las normas y lo que supone y el hecho de firmarlo, puede reforzar el compromiso y aunque no es garantía total de cumplimiento, sí lo potencia y favorece.

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